Ese fue el momento, al maldito momento.
Conseguimos engañarnos algunos días.
Nochebuena en un hostal donde no se celebraba la Nochebuena, Navidad en
un restaurante de mesas altas. Todo en
una ciudad que no es la nuestra, con un paisaje que no nos recordaba nada, todo
distinto, todo comprado para no dolernos más con la ausencia.
Pero llegó la cena de Fin de año, y las campanadas, y ese
brindis que no hicimos porque a ninguno nos salió brindar, porque a ninguno nos
salió besarnos, ni siquiera sonreir. Brindar por… ¿un año que se ha quedado
grabado en la memoria por la pérdida? ¿Por un nuevo año que nunca podrá ser
como querríamos? ¿Por un nuevo año sin ella?, que brinde su p madre.
Recibo mensajes de ánimo, de disfruta lo que tienes, de a
ella le gustaría que estuvierais contentos. Quien dice eso no la conocía, quien
dice eso está cargado de buenas intenciones y de un modo de entender la vida
que yo no tengo. Quien dice eso me quiere, de eso no hay duda. Pero a mí ella
me enseñó a querer de otra manera, de la única manera que ella siempre tuvo: no
me valen las palabras, no me gustan las palabras, demuéstrame que me quieres,
que yo lo vea,.. Y ella no está, y no la veo quererme. Ella no está y no me ve
quererla.
Y si nos viera brindar y sonreir, y eso lo sé… no le
gustaría. Habrá quien no lo entienda, quien lo vea egoísta. Yo no. Si se hubiera quedado la hubiéramos seguido
queriendo sí, pero de otra manera. Más incluso, pero de otra manera. Y dijo que
no. Y yo no voy a brindar por eso. Nunca.