domingo, 12 de diciembre de 2010

Que alguien me preste una escoba

Por favor, que alguien me preste una escoba… que así podré ser una bruja de verdad.
El gorrito en forma de cono y la verruga en la nariz los apaño en un momento, y el resto ya lo llevo puesto, que no me había yo sentido tan bruja en mi vida.
Este ha sido uno de esos fines de semana de cada dos que la casa se llena de vida, de vida y todos los demás que traen dos churumbeles de 8 y 5 años más una de 4 años a tiempo parcial, que puestos a tener vida en casa, oye, que se note.
Y puestos a que se note, pues vamos a tener uno de esos fines de semana de hacer yoga con uno, repasar lectura con otra y pintar con la última, estudiar inglés con uno, ir a la compra con otra, bañarlos a todos, cosquillear a todos, comer con todos, cenar con todos, perseguir a todos, reñir a todos, gritar a todos, perseguir a todos, reñir a todos, gritar a todos, reñir a todos, gritar a todos… en resumen: sentirme una bruja.
El caso es que no me veo una bruja solamente con ellos, me veo una bruja conmigo y con mi Job, al que gruño cada vez que me dirige la palabra, porque estos fines de semana de cada dos, mi Job y yo sólo hablamos de yoga, lectura (infantil), dibujos, baños, cosquillas y comida. 
Por eso quiero una escoba, porque si hoy me he sentido como una bruja, y eso no lo remedia nadie, esta noche que la luna está como una cunita, y aunque sea encima de una escoba,  yo quiero volar.